PRÓXIMO EVENTO

EL PRÓXIMO SÁBADO 14 DE MARZO EL ILTRE. COLEGIO OFICIAL DE ENFERMEROS DE BADAJOZ, DENTRO DE SU SEMINARIO PERMANENTE DE HUMANIZACIÓN ORGANIZA UN TALLER QUE LLEVA POR TÍTULO "TESTIMONIOS DE VIDA", EN EL QUE CONTARÁ CON LA PARTICIPACIÓN DE PERSONAL ENFERMERO Y BOMBERO Y CON DOS PACIENTES A LOS QUE AQUELLOS COLECTIVOS HAYAN SALVADO LA VIDA

LAS EMOCIONES Y LA SALUD



Tenemos el placer de publicar una nueva entrada en nuestro Blog. Su autora, Dª Arancha Merino, de quien recomendamos la lectura de su blog vivirconemociones.blogspot.com; y su título, "Las emociones y la Salud".

"Las emociones influyen y condicionan nuestra salud y nuestra vitalidad. Las somatizaciones se deben a emociones no canalizadas, no expresadas, que se quedan dentro de nuestro cuerpo congelando nuestra respuesta vital. Con independencia de la herencia genética y de factores como la edad, es importante tener en cuenta que las emociones son las energías que nos movilizan y vitalizan. Una inadecuada gestión emocional crea disfunciones en nuestro cuerpo y mente y puede llegar a enfermarnos. Y esto va desde leves somatizaciones hasta enfermedades graves.

Se hace necesario que las personas responsables de la sanidad y los técnicos sanitarios se formen en el conocimiento de las emociones, pues no se trata solo de recetar una pastilla que calma los síntomas, sino de llegar a las causas que han propiciado la dolencia. Cada emoción se asocia a un órgano que a su vez libera unas hormonas. 

  • Una persona que está enfadada constantemente, que anticipa críticas e injusticias respondiendo con rabia culpabilizadora y vengativa, tendrá seguro problemas de estómago, ardores, digestiones difíciles y también alteraciones en el hígado. Esa persona utiliza en exceso la rabia de la reacción y por defecto la tristeza reflexiva. Será una persona que primero actúe y después piense. Sus problemas de estómago se resolverían tratando esas dos emociones de manera que acepte las pérdidas y no las considere injusticias.
  • Por el contrario una persona que no expresa la rabia justa por no dañar a otros y que acaba tragando abusos y manipulaciones puede padecer de úlceras de estómago a nivel físico y vivirá un gran sentimiento de culpa a nivel mental que podría llegar a la depresión en muchos casos. Aquí habría que trabajar ejercitando la rabia sana cuyo fin es la consecución de la justicia.

Estos dos casos son meros ejemplos de lo que una buena gestión emocional aportaría a la salud. El mirar al paciente como a un ser humano con emociones, ponerse en su lugar, entender sus circunstancias y su entorno, es de gran ayuda y solventa cantidad de problemas. El paciente no es un número, se siente escuchado y atendido, sus emociones son importantes y cruciales a la hora de elaborar un buen diagnóstico.

Deberíamos hacer una reflexión sobre si queremos ser técnicos o humanos. Yo creo que lo uno no excluye lo otro. La suma de ambos puede crear resultados espectaculares. Ver la enfermedad como un síntoma de que alguna emoción es disfuncional aporta la coherencia necesaria en la eficacia del diagnóstico y de su posterior tratamiento".

UNA HISTORIA REAL

















(Anónimo)



Es la historia de una mujer, esposa y madre de cinco hijos, a la que la vida parecía sonreírle. Una alegre familia numerosa que vivía sin excesos pero también sin demasiados aprietos. Todo se truncó aquel fatídico día en que falleció su marido. A la tristeza que la invadió vio sumarse infinidad de desgracias. Con cinco hijos a su cargo, no dudó en ponerse a trabajar para, así, poder atender sus necesidades y salir adelante. Decidió luchar.

Encontró un trabajo, como limpiadora, a 1000 kms de su hogar y no dejó pasar la oportunidad, llevándose consigo a sus más pequeños. Al poco tiempo, empezó a recibir notificaciones y requerimientos, a los que siguieron embargos por negocios en los que jamás participó. Y todo cobrando una nómina que apenas superaba los 600 euros. Su marido había firmado por ella contratos, avales y demás papeles que la obligaban a afrontar el pago de deudas que jamás podría satisfacer.

Una presión, física y mental, inaguantable comenzó a invadirla. Sus 55 años comenzaron a pesarle como losas y la fatiga le pasaba cada día más factura por los esfuerzos que tenía que realizar para cumplir con su trabajo y no desatender a los suyos.

Terminó sufriendo un infarto y dos anginas de pecho. No podía más.

Tuvo que pelear para que le reconocieran la incapacidad, que consiguió tras dos años de bajas laborales y más infortunios, como la pérdida de sus padres y un desahucio.

Su pensión apenas superaba los 400 euros, y los acreedores, entre ellos administraciones públicas, no cejaban en su empeño de cobrar lo que, según ellos, les debía. En ocasiones, sumida en la vergüenza, tuvo que recurrir a la buena voluntad de algún conocido porque un organismo público, haciendo gala de una lamentable contumacia, le embargaba la cuenta donde ingresaba aquellos poco más de 400 euros de pensión. No tenía más ingresos. Sin embargo, a aquellos acreedores poco o nada les importaba.

Pero, gracias a la incapacidad que consiguió que le reconocieran, pudo volver a su hogar, y reunirse con todos sus hijos. Alguna leve sonrisa se dibujaba, a veces, en su cara. 

Y entonces fue abuela. Y ese día fue feliz, realmente feliz. Su pesadumbre pasaba a un segundo plano. Tenía 58 años. Parecía que la vida hacía las paces con ella, pero no fue así. Porque la vida se muestra especialmente dura con algunas personas, a las que devuelve un castigo ante la más mínima alegría. En un visita casi rutinaria al médico recibió una demoledora noticia: tenía cáncer. 

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Como profesionales sanitarios, no tenemos que conocer las vicisitudes de quienes acuden a un centro de salud o un hospital. Desde luego, no estamos obligados a ello. No tenemos que involucrarnos en las vidas de los pacientes. Eso es así y no cabe discusión al respecto. Pero, siendo eso cierto, la humanidad en la asistencia ayuda a dibujar una sonrisa incluso en aquellos que perdieron la esperanza de vivir la vida sin sufrimiento.

En su lucha contra el cáncer, ¿sería positivo que a aquella mujer le preguntáramos, con un sonrisa, no sólo por su estado sino por su nieto? ¿Se imaginan? 

PARTIR DE LA BASE


Publicamos un artículo que nos ha hecho llegar D. Juan Antonio Ferrera Rangel, que es Enfermero. Lleva por título "PARTIR DE LA BASE".


"Abordo, con el permiso de la institución y con el permiso de las personas que han tomado la iniciativa de dar un impulso, aún mayor, a la humanización de la sanidad y su entorno, este, tan necesario aspecto y a su vez tristemente olvidado.

Si doy el título de “Partir de la base” a esta entrada, es para intentar hacer ver, tras haber leído un post anterior llamado “La memoria humanizadora de un enfermero”, la importancia de la humanización en absolutamente todos los núcleos de la vida de una persona. Desde mi punto de vista la base es la educación.

Desde bien pequeños comenzamos a aprender, somos esponjas de absorción de conocimientos. Con gran facilidad recogemos los diferentes estímulos que nos rodean y posteriormente los analizamos, hacemos un cribado y escogemos aquellos que más nos gustan, obtenemos recursos.

El aprendizaje viene dado de muchas fuentes pero, espero no estar equivocado, hay tres ejes fundamentales en este magnífico proceso, a saber:

- Padres, madres y hermanos.
- Centros de enseñanza.
- Entorno o círculo cercano, amistades y familia algo más lejana (tíos, primos,
etc.)

Creo que además que ese es el orden coherente basándome en la capacidad de influencia de cada grupo, es decir, nuestra primera influencia son los padres y madres que, si hemos tenido suerte, nos habrán dado amor, seguridad, alimentos, etc. Por tanto, son los primeros en comenzar a humanizarnos, son los primeros que tienen la ardua tarea de convertir a un ser vivo en ser humano, nada fácil, no siempre se consigue, por causas que podríamos analizar en una entrada futura.

La siguiente fuente son los centros de enseñanza. Recordamos normalmente con añoranza nuestros años de colegio, los nervios de comienzo en institutos y en algunos casos la difícil toma de decisión de continuar, si lo conseguimos, unos estudios universitarios que marcarán un punto de inflexión importantísimo en la vida de muchas y muchos.

El tercer y último punto es también un manantial de aprendizaje. Quien más y quien menos tuvo amistades que le han influido en algún aspecto de su vida, hago alusión a las familias “lejanas” ya que también hemos tenido en alguna ocasión cerca a nuestros primos o tíos, cada cual con unas características que hemos valorado y hemos tamizado para descartar o aprovechar.

Creo que no me dejo a nadie para atrás o al menos creo que nombro a todos los puntos de influencia que podemos tener a lo largo de nuestra formación como ser humano.Dirán que donde quiero llegar, pues bien, la respuesta es sencilla. Todas esas personas en algún momento de la vida son usted.

Padres y madres que deben ser ejemplarizantes, luchadores, supervivientes, capaces y protectores. No olvidemos que siempre hemos querido lo mejor para los nuestros, buenas personas con aspectos positivos que mostrar a los demás. Recuerde que además de criar a un ser vivo, inherente al desarrollo motor, estamos educando a un ser humano, ligado a la psique, al intelecto y a la capacidad de discernimiento futuro entre valores positivos y negativos.

Alumnos, profesores y formadores. Pozos de conocimiento que han decidido huir de la mediocridad para profundizar en alguna materia que los lleve tener la fabulosa capacidad de enseñar. Que gran labor. Debemos aprovecharla para capacitar y dar recursos no sólo técnicos. De vez en cuando falla alguna cuestión técnica, ya sea exógena o endógena y es ahí cuando debe salir el ser humano, sin ir más lejos, piensen en los cuidados paliativos y sus magníficos equipos multidisciplinarios.

Amigos y familiares, que al fin y al cabo somos todos y todas en algún momento. La amistad es un valor que debemos tener presente en todo momento, no olvidarnos de nuestras amistades. Recurro al tópico de la maceta que si no regamos, perece. Aquí aparece también el ser humano, cuando nos necesitan o los necesitamos o simplemente, por el placer de vernos y saber que estamos ahí.

Acabo. Cada vez que una persona entre por la puerta de la consulta, por la puerta de un hospital, por la puerta de un centro de salud, está entrando un padre o una madre de alguien, un hijo o una hija de alguien, una persona que contribuye de alguna manera a que nuestro tejido social, nuestra red se sostenga, alguien que es amigo o amiga de, una persona que sufre, llora, se conmueve, al igual que tú.

Cada vez que una persona entre por la puerta piensa que eres tú. La base de la educación eres tú."


UNA VISIÓN PARTICULAR DE LA HUMANIZACIÓN DE LAS NORMAS



A continuación, publicamos una entrada que nos ha hecho llegar D. Raúl Tardío López, que es abogado y máster en Derecho Sanitario.

"La letra de los textos legales, por sí misma, no humaniza, por mucho que el legislador se esfuerce en establecer en ellos principios éticos y de conducta. Ni siquiera los otrora tan importantes Códigos Deontológicos de las distintas profesiones sanitarias logran, por las razones que fuere, tan legítima pretensión.

Quizás la Ética "no esté de moda". Puede, tal vez, que su fracaso responda a la terminología, en ocasiones alambicada, con que es trasladada a los manuales; a la censurable despreocupación de los agentes –Corporaciones, Administraciones, etc-responsables de su difusión y tutela o, quizá, a la huidiza actitud de sus destinatarios frente a todo lo que suene a "deber". Igual sea un sumatorio de todo ello.

En el ámbito sanitario, hace ya más de una década vio la luz una Ley de lectura imprescindible para quienes se ocupan y preocupan por nuestra salud. Ley que contiene principios éticos universales y específicos, y en la que se configura al paciente como centro de nuestro Sistema Sanitario. Me refiero a la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.

Pues bien, a pesar del largo tiempo transcurrido desde que fuera aprobada, no parece que los postulados contenidos en esa trascendental norma hayan calado en la mayoría de los profesionales sanitarios.

En modo alguno quiero con ello decir que en el ámbito sanitario no se respeten los derechos básicos de los pacientes (dignidad, autonomía, intimidad...), ni mucho menos, sino que esa debida consideración parece responder, principalmente, a motivaciones personales y no a mandatos legales.

En mi opinión, las leyes, en términos generales, no llegan al ciudadano y, por ello, éste no se siente concernido por sus postulados. Se dirá que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, pero creo que siempre será mejor y más eficaz redoblar esfuerzos por que las normas lleguen y calen en la ciudadanía y, por extensión, en los profesionales sanitarios –labor preventiva- en lugar de recurrir a políticas retributivas, centradas más en el castigo a los incumplidores que en su formación, minimizando, de esta manera, el riesgo de la comisión de infracciones.

Legalmente hablando, es claro que la mera publicación de las normas en Boletines y Diarios oficiales bastará para exigir su cumplimiento. Ahora bien, cabe preguntarse si tales publicaciones son el instrumento idóneo para garantizar su conocimiento por parte de los ciudadanos. En mi humilde opinión, es evidente que esa “divulgación” es insuficiente.  

Y la sanción no es el remedio. Considero que no es cuestión de castigar, en todo caso, a los profesionales sanitarios que no se conducen de acuerdo con la Ley 41/2002. De hecho, esta norma no incluye un cuadro específico de infracciones y sanciones sino que se remite a la Ley General de Sanidad (Disposición Adicional Sexta). Lo que, por el contrario, se debe afrontar es una tarea de concienciación mucho más agresiva por parte de Organizaciones Colegiales y Servicios de Salud, siendo los profesionales sanitarios más sensibilizados con los derechos de los pacientes y más dotados para la comunicación quienes asuman el reto de llegar a sus compañeros para transmitirles humanización.

Permítanme que me sirva de experiencias personales para ilustrar mi particular punto de vista.

El pasado año -2014- pude asistir a varias charlas que versaban sobre la Ley 41/2002, en las que participaron ponentes de reconocido prestigio y distintas sensibilidades profesionales -magistrados, fiscales, abogados, médicos, enfermeros...-. Las exposiciones fueron brillantes en su mayoría, pero sumamente teóricas, como si los destinatarios de esa norma fueran personas del mundo jurídico en lugar de sanitarios.

Seguro que vds. se pueden imaginar la reacción de los profesionales sanitarios presentes en esas ponencias. Parecía que esa norma fundamental no fuera con ellos.

Pero he de reconocer también que tuve la gran suerte de presenciar dos espléndidas intervenciones de dos conspicuos profesionales en unas Jornadas de Derecho Sanitario organizadas por el Ilte. Colegio Oficial de Enfermeros de Badajoz. Los dos ponentes a los que me refiero fueron el psicólogo D. Carlos Pajuelo Morán (de quien recomiendo la lectura de su blog http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/) y el Catedrático de Educación para la Salud, además de médico y enfermero, D. Jesús Sánchez Martos. Ambos hablaron de la Ley 41/2002, pero se aproximaron a ella y la abordaron de forma mucho más práctica, más cercana, más "humana". Los capítulos y artículos de esa norma abandonaron el papel y se convirtieron en experiencia.

La reacción de las enfermeras a quienes dirigieron sus charlas fue espectacular, emocionante. Porque fueron las emociones de los pacientes lo que ambos ponentes consiguieron transmitir vívidamente. Y ese era el fin primero de esas Jornadas: captar la atención de profesionales sanitarias y hacerles sentir como pacientes. Concienciarles, humanizarles.

En conclusión, por mi experiencia, las leyes, explicadas por profesionales que conocen el medio y dominan la comunicación, sí llegan verdaderamente a sus destinatarios y otorgan más autoridad a quienes deben exigir su observancia.  


Estas son mis reflexiones, que hago no tanto como abogado y máster en Derecho Sanitario sino como mero observador, aprendiz y paciente."

LA MEMORIA HUMANIZADORA DE UN ENFERMERO

Buenas tardes a todos!!!!


Fieles al grato compromiso adquirido con vds. de publicar las opiniones y experiencias en cuestiones de humanización en el ámbito sanitario que nos dirijan a nuestra dirección de correo (coenfebahumaniza@gmail.com), tenemos el inmenso placer de reproducir un correo electrónico que nos ha remitido Israel Coronado, Enfermero de profesión y, sin duda, de vocación. Su correo dice así:

“Hola amigos. Soy enfermero, y os envío esta reflexión sobre el trato a pacientes que vemos durante las prácticas. No se si os resultará interesante. Un abrazo.

Mis últimas prácticas durante la carrera las hice en una planta de medicina interna. El último día, cuando nos despedíamos de nuestros tutores y del equipo que nos había enseñado, una de las enfermeras me dijo: “A canalizar vías se aprende, y mejor o peor, se hace. También a poner una sonda, o a localizar una arteria; que no te preocupe eso. Sin embargo, ser buena persona requiere del aprendizaje diario. Y cuesta serlo a veces. Pero si lo eres, serás un gran enfermero. Aunque pinches tres veces para sacar sangre”. Jamás, nunca jamás, se me olvidarán esas palabras. Porque lo que más le importa a un chico de 21 años que termina Enfermería es coger una vía a la primera, pinchar una arteria a la primera, poner una sonda y que la técnica sea suave y acertada... Sin embargo, nadie nos enseña a escuchar, a valorar el estado anímico de un paciente para que nuestra actuación se adecúe al mismo; a que nadie es una fiebre, o un hígado, o una pierna rota, o un 225 derecha, o el de la saturación que no sube del 92%. Nadie nos enseña que detrás de una persona que está en una habitación de hospital hay preocupación, hay miedo, hay inseguridad.

Me queda mucho por aprender, y muchos de los que aprender. Pero presentarse al paciente, hacerle saber que estás ahí para ayudarle, que no dude en preguntar cualquier cosa, por tonta que le parezca, son acciones que no requieren esfuerzo ni dinero y que ayudan no solo a reforzar el vínculo profesional y de confianza mutua, sino que humanizan un sistema que ha apostado por la superespecialización técnica, pero parece que se ha olvidado de lo esencial: que son humanos los que lo hacen posible”.